Cada libro es una parte de mí, un órgano, un trozo de piel, una uña enferma.
Cada uno recoge las obsesiones de un momento, historias que me quitaron el sueño o que llenaron las horas muertas de días muertos. En ellos hay ira e impotencia.
También luz. También humor, aunque la mayor parte de las veces sea un poco negro.
Mis libros nacen, crecen poco y se mueren casi niños. No se reproducen. No vuelan, al menos no suben más allá de mi cintura.
Los quiero y les perdono sus defectos.